Enseñar «Los dos conejos» en el Consejo de Ministros

2 de febrero de 2020

Ya he apuntado en este blog la conveniencia de enseñar Caperucita Roja en las escuelas y la necesidad de enseñar El traje nuevo del emperador en los colegios.

Pero sus des-ilustradas señorías necesitan conocer la fábula de Tomás de Iriarte Los dos conejos. Esta fábula también puede entenderse como cuento versificado. La frontera entre una y otro es la moraleja que se extrae siempre de la fábula, pero el tinerfeño nos da aquí una magistral enseñanza que no le vendría nada mal a la señora Calvo, que con ese rostro permanentemente fruncido da la sensación de que está oliendo mierda de continuo.

Recordemos esta maravillosa fábula:

Los dos conejos

Por entre unas matas,
seguido de perros,
no diré corría,
volaba un conejo.

De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente
amigo, ¿qué es esto?».

«¿Qué ha de ser?», responde;
«sin aliento llego…;
dos pícaros galgos
me vienen siguiendo».

«Sí», replica el otro,
«por allí los veo,
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos».

«¿Qué? ¿podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien vistos los tengo».

«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso».
«Son galgos, te digo».
«Digo que podencos».

En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.

Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.

La señora Calvo ha tenido mucho interés en hacer perder el tiempo a los académicos de la RAE preguntándoles por la conveniencia de adaptar el texto de la Constitución a la orwelliana neolengua del desdoblamiento político.

Y esta contumaz mujer se ha quedado en ridículo ella sola. Si va a hacer lo que le salga del naipe, ¿entonces para que pregunta nada?

Pero mientras la señora Calvo con su espesa melena (que recuerda un enjambre de moscas) y su rostro permanentemente plisado procura quedar bien con todos y todas, llegan los perros anglicismo y galicismo y le comen el conejo al vocabulario y a la lengua española.

Y la señora Calvo se ha quedado más ancha que una rana despatarrada.

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