Tenemos un nuevo ministro de Cultura y Deporte, así con minúscula (como manda la RAE), sin grandilocuencia, que es la mejor forma de estrenarse en un cargo importante.
Pero no parece entenderlo así el nuevo. A bote pronto, tras leer las noticias, me ha parecido un pisacharcos. Pasamos de un estoico Guirao a un estólido Rodríguez Uribes.
Hace falta ser pendejo, y más siendo filósofo (filósofo del derecho , nos dicen), para adscribirse al ideario futbolístico de una empresa.
También hay que ser pusilánime para decírselo al presidente del gobierno el día que te propone ser ministro. Es como si el ministro de Hacienda dijera que es del Banco de Santander, o el de Energía dijera que es de Repsol. Es absurdo. Es una soplapollez.
Y hay que ser ridículo para alardear de ello el día que tomas posesión de la cartera ministerial. Cartera (la física y simbólica) que, según nos cuentan, hubieron de decirle que no la dejara en el suelo. Más parecen detallucos de un atolondrado.
Como colofón al despropósito concluye diciendo que «ahora dejaré de serlo (madridista), porque toca ser neutral».
Si tan importante es ser madridista en la vida del señor ministro, que lo va predicando a diestro y siniestro, tanto en la propuesta del cargo como en la toma de posesión, cómo va a poder dejar de ser algo que, según parece, lo lleva en lo más profundo de su mente de «filosoforofo». ¿Ahora toca ser neutral? ¿En serio, George? ¿Cómo le vamos a creer que sentimientos que reconoce que se adueñan de su vida y de su mente son como una chaqueta de quita y pon?
¡Ah…!, que no permite que se adueñen de su vida y de su mente… ¿Entonces para que lo va cacareando urbi et orbi?
Muchos, demasiados asistentes nos dice la noticia, para estar en la toma de posesión de un ministro de carteras de segunda. Estómagos agradecidos que babean por una canonjía. En esto han convertido mi país los 350 comedores que pululan por el Congreso. Forofos de la política que sólo pueden ofrecer su adhesión ciega, confundiendo la lealtad debida con una fidelidad sumisa.
Un ministro que, si no tiene mucho más que decir, es para dudar de él. Y más cuando se presenta «sin experiencia en la gestión cultural».
El resultado de la jornada: Gestión cultural 0 – Madridismo 2.
Todo apunta a que va a ser más de lo mismo: gente que hace carrera en la política y luego se van a la empresa privada con su agenda de contactos, a cobrar favores hechos. Igual lo ficha Florentino Pérez… ¡Es madridista!
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