Un nuevo lunes sin llamada y sigo jugando. Esto es como las tragaperras, que te entonteces con ellas porque de vez en cuando toca. ¿Tendré que volver a escribirles un cuento sólo diálogos como la otra vez? Claro que el título que me he buscado esta semana igual no ayudaba al concepto de microcuento.
Navidad del estudiante, una mano detrás y otra delante
Cuando llegué estaban poniendo la mesa para cenar. Para mí no había nada. No había llegado la asignación de mi casa y nada puse para la cena de navidad. Les saludé y me fui a mi cuarto. Cené un trocito de pan con un par de lonchas de mortadela. Me iba a meter en la cama cuando dieron tres toques seguidos en la puerta. Era Alfonso, que venía con un puñadito de cacahuetes. —Hoy hemos cenado algo calentito: un caldito de berzas y medio huevo duro para cada uno. Traigo mi postre, para compartirlo contigo. Le agradecí el gesto. ¡Cómo decirle que tengo escondidas seis lonchas de mortadela…! |
El cuento está contado para superponer dos visiones a la vez. Según se lee es un cuento intemporal. Nada se nos dice de la época en que se desarrolla. Ni siquiera una mancha de tecnología.
Quizá sea un cuento triste si lo situamos en esa España de los años sesenta del siglo XX en la que los chavales marchaban de una casa entrañable para sumergirse en la voraz ciudad. No podían volver a casa por vacaciones de navidad porque el viaje costaba caro y porque además era tan largo que cuando llegaban ya debían volver.
Nos podemos ir más atrás, a la España de El licenciado Vidriera o a la de El Lazarillo de Tormes (que transcurre medio siglo antes) y seguirá siendo un cuento triste.
Pero si lo situamos en la hipertecnológica sociedad de comienzos del siglo XXI se convierte en un cuento cómico. Porque hoy nuestros hijos ya no pasan estas estrecheces, lo que demuestra que cualquier tiempo pasado no siempre fue mejor. Claro que… Si me decís que hoy aún hay chavales que por labrarse un futuro universitario sufren estas calamidades, a mí se me humectan estas navidades.
Prefiero pensar que si hoy no vuelven a casa por navidad es para meterse alguna rayita y media litrona. Pero entonces, si me aseguráis esto, es la realidad la que se me vuelve triste.
Ahí os dejo deshojando esta margarita (o mesándole los cabellos si es Margarita). Que tengáis una buena navidad… y cuidado con las burbujas y el volante.
Podéis leer los cuentos finalistas de esta decimotercera semana en este enlace Cuando los suban, que esta entrada está programada y he calculado que se suba nada más voten al ganador; hoy escucharé el programa por el podcast (¿quién dijo que cualquier tiempo pasado fue mejor?).
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