Enseñar «El traje nuevo del emperador» en los colegios

10 de diciembre de 2019

Hace unos días hablaba de la conveniencia de recuperar la cuentística tradicional en nuestros colegios tras el aluvión de invectivas con el que se han despachado las feministas airadas, basándose sólo en las formas que les molestan y olvidando el siempre importante fondo del asunto.

En aquel artículo abogaba por recuperar Caperucita roja. Hoy pido el indulto para El traje nuevo del emperador (1837), del maestro cuentista Hans Christian Andersen, historia que todos los cuentoheridos sospechamos que fue rehecha desde un cuento castellano: el cuento XXXII de El conde Lucanor, colección recopilada por el Infante don Juan Manuel entre 1331 y 1335.

Veo ahora esta noticia y no logro salir de mi asombro por la gilipollez demostrada por los autodenominados sapiens. Haría falta el niño del cuento de Andersen para que exclamara: «¡Están desnudos! ».

Muchos dirán que soy antiguo, carca o facha… ¡o boomer! Es cierto que tengo a cuestas más de medio siglo, pero también es cierto que me han entrenado algo el buen gusto. Y esta performance (nota para los modernillos: los boomer decimos ‘esta actuación’) es grosera, burda y chabacana (mira el vídeo que incluye la noticia). Arte es hacer que lo difícil parezca fácil y que lo complicado parezca sencillo; arte nunca es la ley del mínimo esfuerzo. A cualquier gualdrapas se le ocurre poner a una cáfila de mamarrachos en pelota fingiendo que se aman unos a otros.

A lo mejor, pienso en mi ingenuidad, si alguien les hubiera leído El traje nuevo del emperador en el colegio se hubieran dado cuenta de que estaban haciendo el bobo. Aunque por otro lado, si pagan bien… El anonimato es lo que tiene, que muestra sin recato las vergüenzas (las mentales).

La engañosa tela del cuento aquí es el inexistente arte, y la dirección artística de esta estulticia ha ocupado el rol de los truhanes que embaucaron al emperador y a todos sus ministros. Bravo por ella. Ha vendido una mierda como una gran idea. Y lo que habrán ahorrado en vestuario se lo habrá embolsado ella. Claro que… ¿no promocionaban una marca de ropa? ¿Qué ropa?

Hans Christian Andersen: El traje nuevo del emperador Mostrar

Y es que hay cuentos que siempre serán norte en medio de las tormentas de estupidez.

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