Ayer me llevaron a la FEria del LIbro de Xixón 2019. La tarde estaba fría y la feria muy animada. Así que cogí el paraguas, por si llovía. Sólo puede estar en tres presentaciones. Cuando me di cuenta de que había perdido mi paraguas ya no me apeteció seguir por allí todo contrariado. Uno descubre que se hace mayor y se vuelve panoli… Doce eurodólares que alguien estará disfrutando… Era el primer paraguas que he comprado tras más de medio siglo andando por el planeta.
En la presentación que sirvió de pistoletazo de salida a la feria compareció uno de los poids lourds del anaquel narrativo nacional: Víctor del Árbol, que nos trajo su obra Antes de los años terribles.
Explicó la génesis y el desarrollo de su último trabajo, y dejó en mi ánimo la gana de leerle esta novela; yo, que no soy lector de novela sino de cuento (sólo me gustan las novelas que son buenas). Llegó a decir que es la mejor novela que ha escrito y que jamás escribirá; que ha dejado parte de sí mismo en ella y que la fragua de su trama ha dejado un poso profundo en su vida.
Víctor del Árbol presentando Antes de los años terribles
Pude departir con Víctor del Árbol un ratito al final de su presentación, antes de que se lo llevaran en volandas unos acaparadores mánager que no dejaron de tomarle fotos de cuanto hacía y decía. Pero el novelista me pareció un tipo cercano, amable, presto a charlar y compartir sus experiencias con quien quiera acercase a él a hablar de literatura… y del sabor que deja escribir.
Me dijo que le estaba gustando mucho Asturias (inauguró LibrOviedo hace unas semanas), que aquí se le trataba muy bien, y entre risas me dijo que no le importaría adquirir una propiedad por estos pagos. Le animé a hacerlo escudándome en lo enriquecedor que sería tenerlo cerca y coincidir con él, e invitarle a tomar un café. Nos reímos los dos: él tiene una sonrisa fácil, amplia, franca y sincera (la mía ya sabéis que sale con cuentagotas).
Le sugerí que se lanzara a escribir en mi género literario predilecto: el cuento. Me dijo que sí escribe cuentos, y que se los publican en Francia; y lamentó que en nuestro país el género narrativo por excelencia no reciba el apoyo decidido de los editores. Me dijo que se encuentra a gusto en el reto de escribir cuentos. Constaté que es un buen conocedor del género y reconoció la dificultad que tiene escribir cuentos. No recuerdo sus palabras exactas de cuanto hablamos, y me parece que en este momento que estoy comentando se dio una de esas situaciones en las que me vi casi obligado a acabar su frase, pero reconoció que, con el cuento, el arte de un escritor queda mucho más expuesta que con la novela. Ay, qué gran cuentista nos estamos perdiendo y qué bien lo disfrutan en Francia, donde no han dudado en homenajearle con uno de sus galardones más emblemáticos, Caballero de la Orden de las Letras y las Artes.
Y es que así somos en esta Piel de Toro (uy…, que me disculpen los toros y los que se sientan indignados, no sé muy bien por qué, pero alguno habrá que se indigne y embista citando al toro…).
Luego estuve en la presentación del libro Historia de una ballena blanca, de Luis «Lucho» Sepúlveda. Fue una grata experiencia oírle contar sus vivencias. Me impresionó cuando dijo que tenía a gala ser uno de los pocos humanos que había sido mirado por el ojo de una ballena. ¡Jolín!, yo también quiero…
Entre presenta y presenta pude saludar a Rafa Gutiérrez, en el puesto que en la feria tiene su librería La buena letra, y felicitarle por su acierto organizando un año más la feria… o el FeLiX. Sólo quien organiza sabe de los sinsabores que no se ven en un evento como éste. ¿A que parece fácil organizarlo, eh?
Más tarde asistí a la presentación de Cuando es invierno en el Mar del Norte, de Leticia Sánchez Ruiz. Fue un placer escuchar la presentación de esta novela de misterio, intriga, suspense y no sé qué más (algo de novela histórica también tiene); muy nutritivas fueron también las explicaciones personales con las que la autora salpicó con gran acierto su comparecencia.
Leticia Sánchez Ruiz presentando Cuando es invierno en el Mar del Norte
Y un poco después fue cuando me di cuenta de que había perdido mi paraguas… Zut… escribiré un cuento que titularé El día que perdí mi paraguas, o quizá debería titularlo El día que perdí mi paraguas que me había costado doce eurodólares, pero soy más de títulos cortos.
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