El final del verano llegó… Y a los sones de esta añorada canción del Dúo Dinámico quiero volver sobre algunas noticias que había dejado durante las vacaciones en mi bloc de notas. La primera, el nombramiento del poeta Luis García Montero como director del Instituto Cervantes.
Ya he hablado en otro momento de la incapacidad del presidente del gobierno… Un momento, que no me acordaba de que en mitad del verano hemos cambiado de presidente.
En mi ignara opinión, cualquier presidente de la democracia ha sido peor que el anterior. Y este ‘primo del Zumosol’ va a continuar con la tónica general. No te equivoques conmigo, amigo lector, que no tiñe la tinta de mi pluma el color de ningún partido. Allá tú si dejas palpitar tu almeja (diminutivo de alma) al son de unas siglas. Estás en tu derecho. Pero permite que yo sea escéptico y crítico hasta la causticidad y la irreverencia (sin llegar al insulto). Convendrás en que estoy también en mi derecho.
Decía antes de la digresión que había dejado dicho que el presidente del gobierno sería incapaz de rentabilizar la ventaja del castellano como generador de riqueza. Hemos cambiado de presidente y yo mantengo lo dicho.
Un gobierno exprés con nombramientos exprés donde ministros y adláteres han sido sacados de su siesta a son de tamborrada. El de Cultura y Deporte (como todo buen deportista de alto nivel) ha batido la plusmarca efimeral. La impresión de atropello y precipitación es inevitable. Así las cosas no pueden salir bien. Pero somos españoles y nos ponemos el mundo por montera, dicho sea sin ánimo de burlarme del apellido del granadino.
Desde que leí la noticia a mediados de julio no he vuelto a interesarme por la dirección de García Montero. Aún no lleva los cien días de rigor… Pero hay dos detalles que si bien no niegan sus capacidades de gestor, sí declaran cómo se hacen las cosas en esta España nuestra (ahora he girado el dial para escuchar a Cecilia). Veamos.
García Montero dice en el artículo enlazado que le propusieron la dirección del Instituto Cervantes y que antes de dar el ‘sí quiero’, quiso consultar con la familia. Bueno, vale, entra dentro de lo normal. Pero noto en esa afirmación una declaración implícita: algo así como que no se tiró de cabeza a por la pasta gansa. No nos dice durante cuánto tiempo los del gobierno le permitieron las consultas… quizá unas horas, tal vez un fin de semana… Mi duda burlona se sustenta en el entrecomillado… García Montero asegura que le llamaron «hace ‘unos días’», y para cuando le entrevistan ya tenía confirmado el nombramiento.
Luego nos dice que «su prioridad es la de ‘hablar’ tanto con el personal de la institución como con los distintos ministerios responsables del Instituto para ‘conocer las virtudes y defectos que se pueden subsanar’». Vamos, que García Montero ha aceptado «’con gusto’» pero desconoce qué puede pintar allí. Me queda claro que en el momento del nombramiento García Montero no era una persona próxima al Instituto Cervantes.
A continuación nos dice que va a «’sentarse a pensar que (sic) se puede aportar’». O sea, que no tiene ni repajolera idea de qué puede hacer desde el sitial director… Sentarse a pensar y, supongo yo, cobrar por no desempeñar el cargo hasta que haya pensado algo.
García Montero debe creer que nos aporta una novedad ignota cuando dice: «’Esa es la realidad: tras muchos años en la universidad, uno se da cuenta de que lo más poético que hay son los números y las cuentas. Para hacer cosas hace falta dinero y la inversión en cultura es uno de los grandes retos’». Y se ha quedado tan ancho, el tío.
Tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas, para decir lo que todos conocemos sin necesidad de permanecer «muchos años en la universidad» y sin tanto giro y tanto circunloquio, y es que las políticas se plasman en los presupuestos.
Un nuevo carguete para quien dice no ser hombre del partido del gobierno. Pero no me cabe duda de que es familiarmente afín. Porque en España no nombramos valores consolidados para la gestión pública. Nombramos afines que engordarán su currículo y su agenda de contactos desde las instituciones públicas para acabar explotando ese caudal en la empresa pública: apuesto a que a este poeta granadino le espera una editorial de postín. Al tiempo…
Y no te engañes conmigo, lector amigo. Si la banca hubiera saltado al revés, de izquierda a derecha, hubiera ocurrido lo mismo. ¡Esto es Espaa…! ña (no termino con canción sino con film, que queda más chic que decir penícula… pero pasan una españolada, por supuesto).
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