Cuántas veces hemos pedido ‘Cuéntame un cuento’. Cuántas veces nos han ofrecido ‘¿Te cuento un cuento?’. Y es que se llaman cuentos y no se llaman relatos.
Lo he dejado dicho en el artículo que me publicaron en República de las Letras. Y se lo he dicho ayer por la tarde a Lorenzo Silva, a quien tuve el placer de escuchar en la apertura del XXV LibrOviedo, y con el que tuve el gusto de departir unos minutos durante la posterior firma de ejemplares con el manido truco de colocarme el último de la fila.
Fue sólo un ratito; me hubiera gustado preguntarle sobre sus cuentos, pero el hombre, a esas alturas, tenía cara de cansado y de que me quiten a éste que me quiero ir al hotel.
Silva me vino a explicar lo que argüía yo en mi artículo hace unos meses: nos avergüenza que nos confundan con lectores (o escritores) de literatura infantil. Pero rehuyendo la palabra cuento nosotros mismos ejercemos de cuenticidas nominales. Se trata de una profecía autocumplida colectiva, con el agravante de cobardía manifiesta. Hay cuentos infantiles como hay cuentos eróticos… Mejor léete mi artículo.
Por mucho que las personas refinadas huyan de la palabra cuento, me temo que nunca nadie te pedirá ‘Cuéntame un relato’; ni oirás preguntar ‘¿Te cuento un relato?’.
Se llaman cuentos, y quienes escriben cuentos se llaman cuentistas. Los libros de cuentos se llaman cuentarios. Y quienes gustamos de leer cuentos somos cuentoheridos, neologismo que he calcado de letraherido, bellísima palabra.
Valga relato como hiperónimo de cuento. Pero debes tener claro que una novela es también un relato, y que la crónica de un viaje es un relato también. Si mantenemos ese escrúpulo, ¿al escritor de cuentos le llamaremos relatador?
Además, razón lapidaria… NO EXISTE EL GÉNERO LITERARIO LLAMADO RELATO. Dentro del archigénero narrativo están la novela, el cuento y medio puñadito más (la Wikipedia tiene un excelente artículo sobre los géneros literarios).
«Cuentos y muy cuentos, bien leídos los tengo», que diría uno de los conejos de Iriarte.
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