Café Chéjov, el programa de televisión jalisciense dedicado al género del cuento, ha vuelto y ya tiene colgados en su canal los trece capítulos de su quinta temporada (2023).
Este año entrevistan a cuatro españoles. El primero de los programas —emitido el 12 de febrero— está dedicado a Andrés Barba, que ha sido torpe de remate. Debería ser amonestado de forma ejemplar para que sirva de aviso a navegantes.
Analizaré lo que ha sido su comparecencia en Café Chéjov, que se graba con ocasión de la FIL de Guadalajara (México) y que estaba desaparecido desde 2018. Éramos muchos los cuentoheridos que echábamos en falta su reconocible sintonía.
Estoy apesadumbrado por la deshonrosa y dañina actuación de Andrés Barba en la ciudad de Guadalajara, en el estado de Jalisco —tierra de Juan Rulfo—, durante la celebración de la mayor feria del libro en español. Ha hecho un solemne ridículo que ha quedado registrado ante las cámaras para la posteridad, dándose fe de ello en Internet.
Comienza Andrés Barba soltando una sarta de frases ininteligibles: «Hay algo que tiene que ver con la fascinación por la literatura que nace de la fascinación elemental por oír una historia bien contada (…) es como el germen, es como el uno más uno de la experiencia de la literatura; a esa experiencia, digamos, uno le va sumando como placeres posibles (…) el placer estético de un conocimiento del mundo, el placer estético de un aprendizaje moral, pero ese aprendizaje esencial, ese placer esencial de una historia bien contada, si no está, no importa lo hermoso que sea el castillo, se desmorona, no tiene cimiento».
No he entendido ni jota: ni lo que dice ni lo que podría querer decir. Yo vivo en España y aquí jamás he oído que algo es el uno más uno de otra cosa… Igual es culpa mía, igual debo salir más.
Da la sensación de que se ha puesto a teorizar y se ha perdido en adornos de vanidad. Mezcla conceptos de oídas: habla del «placer estético» para luego citar la capacidad de mostrar «un conocimiento del mundo», pero remata diciendo que si la historia no está bien contada el cuento ‘se desmorona’, apelando de nuevo a la estética.
¿Y qué es una historia bien contada? ¿Qué parámetros debe observar una historia para que se considere que está bien contada? A un escritor profesional cabe exigirle que cuando hable de su oficio se exprese con rigor y con más propiedad que las damas del club de lectura del barrio.
Eso del «placer estético», tan anglosajón ello, no sé qué es… Yo no siento «placer» cuando leo. Pero será culpa mía… igual tengo el listón del placer apuntando a otras actividades.
Habla Andrés Barba de historias que emocionan pulsando sensibilidades… Pero es que el cuento busca hurgar en el intelecto del lector y no en su sensiblería; eso queda para los relatos de situación, donde no se cuenta nada y nada ocurre: tan sólo muestran una situación en la vida de los personajes, pero carecen de acontecimiento.
Quizá sean textos formalmente bien escritos, pero no aportan nada para desengañar el lector ante las trampas que le tiende la vida. Los relatos buscan provocar reacciones emocionales y los cuentos provocan reacciones intelectuales.
Andrés Barba está en la meca del cuento en español y habiendo nacido en territorio de la hispanosfera, se dedica a ponderar la tradición anglosajona. Averiguaremos en los veinte minutos de programa que la literatura típica de la anglosfera es la que le afloja las pajarillas a este madrileño.
Con vanilocuencia pretende vincular la experiencia de leer una narración al placer. Ese es el modo de entender la literatura que tienen en la anglosfera. Tras siglos de tradición hispano-greco-latina, en la hispanosfera escribimos para desnudar la mentira del mundo en el que vivimos. Yo no leo para sentir placer, pero Andrés Barba es muy dueño de sentir placer con un libro igual que un tonto está feliz con una tiza.
Cuando le preguntan por su primera recomendación, apela a un cuento sensiblero de Alice Munro, la reina de la patraña. Un relato donde la autora «confía en que la historia puede emocionar sola». Ya, pero… ¿qué cuenta? ¿Qué aprendizaje sacamos de ese cuento? Conviene tenerlo claro cuando se recomienda un cuento.
A este muchacho le priva la lectura emocional: «(…) es de una emoción fortísima, es un cuento fantástico», y termina confundiendo literatura con periodismo amarillo: «uno debe confiar en que la realidad emociona sola si uno la describe y la relata bien».
Diciendo que los cuentos son propios de la hispanosfera, mientras los relatos de situación son típicos de la anglosfera, no estoy denostando del todo la literatura anglosajona, estoy contraponiendo objetivos en el narrar. Mientras lo que produce la anglosfera busca que el lector se identifique o se sienta feliz con lo que lee, la tradición hispanosférica trata de desengañar al lector de las apariencias para abrirle los ojos a la realidad.
«Menester es tocar las cosas con la mano para llegar al desengaño», le dijo don Quijote a Sancho.
Pero la desagradable y grotesca sorpresa ha sido que Andrés Barba oficia en esta entrevista de estólido y estulto polinizador de la leyenda negra. Tras la primera pausa del programa suelta una BARBA…RIDAD:
«Yo creo que no hay ni un sólo buen escritor de cuentos en España. (…) en general somos muy malos escritores de cuentos los españoles».
Es indignante que este tipo diga esto en una televisión extranjera.
Ha cruzado el océano Atlántico; está invitado en la mayor feria literaria en español; alguien le ha presentado como «exponente» del cuento español; es huésped en otro país; está en la meca mundial del cuento; está ante las cámaras de televisión que lo registran todo… Y este botarate se pega un tiro en el pie y de paso se lo pega a quien le invitó para darle a conocer como autor en Hispanoamérica.
Analicemos:
- Si en España somos muy malos escritores de cuentos, por definición, los que escribe él son malos cuentos.
- No sólo vitupera su propio trabajo sino que execra el trabajo de cualquier cuentista español, el de los ya fallecidos pero también el de sus actuales colegas de profesión.
- ¿Para qué los editores españoles se molestan en promocionar la cuentística española en las ferias literarias de toda Hispanoamérica invirtiendo tiempo, dinero y esfuerzo, transportando y pagando aranceles por libros de cuentos de autores españoles?
- ¿Por qué los lectores hispanoamericanos van entonces a comprar libros de cuentos de cuentistas españoles?
- ¿Y para qué van a prestar atención los editores hispanoamericanos a las propuestas que les lleguen de cuentistas españoles?
Es lo que este zoquete ha planteado al mundo literario en una televisión mexicana y ahora lo puede ver, literalmente, TODO EL MUNDO.
Pero además es falso que en España no haya buenos cuentistas. Que él no los conozca dice muy poco de su estatus como literato. Es cierto que se le apaga la voz al mencionar el nombre de nuestro país, como dándose cuenta —tarde— de que va a dar un patinazo; pero una vez que tiene la zarpa hundida hasta el zancarrón, se crece y se explaya en lo dicho: «(…) somos muy malos escritores de cuentos los españoles».
Siempre es vergonzoso y desagradable ver a alguien hablando mal de su país y de lo que en él se produce. Ese «placer» no lo entienden en el resto del mundo civilizado, y en el mundo sin civilizar tampoco. Sólo se da en España, que nos hemos tragado la leyenda negra hasta el punto de que en 2023 un tipo que blasona de intelectual suelta en público tamaña estulticia. Repito: está oficiando de embajador del cuento español en la mayor feria del libro del mundo hispano… ¡y lo daña ante las cámaras de televisión!
Alguien que piensa así no puede figurar entre la elite intelectual española. Ha dado la imagen del paleto que alardea de su leyenda negra allá por donde va: en España no hacemos nada bien (?), repite el papagayo. Si yo soy el editor que lo llevó, lo dejo allí. Que vuelva a nado o que siga la ruta de César Cascabel para llegar a casa.
Barba desconoce la ubérrima cuentística española; y si la conoce la desprecia: encumbra lo foráneo y desprestigia lo patrio.
QUIEN DESPRESTIGIA PÚBLICAMENTE A SU PAÍS Y LO QUE SU PAÍS PRODUCE SE DESCALIFICA A SÍ MISMO Y QUEDA VILIPENDIADO
Y querrá que en México le aprecien… Yo me avergüenzo de que hayan llevado Andrés Barba a la FIL de Guadalajara.
A fe que no será de extrañar que cuando esté de vuelta en Madrid pida ayudas públicas para su editorial y para su trabajo de escritor y de traductor haciendo valer su entrevista en la televisión mexicana. Si yo fuera el ministro o el consejero de cultura, en respuesta a su solicitud le enviaría el corte del vídeo en el minuto 08:28. Y es que en España además de buenos cuentistas hay pingües subvenciones. Incluso para los felones.
Caiga sobre él el oprobio nacional. El castigo que le impongo es escribir mil veces:
El mundo se divide en dos clases de personas: los hispanos y los que nos envidian.
Numeradas y escritas a mano.
A partir de esta declaración negrolegendaria me niego a dar más pábulo a este atolondrado. Pero no me puedo sustraer a la memez que suelta a renglón seguido. El tipo ya está crecido, con la boca abierta, se gusta a sí mismo y las sandeces se suceden una detrás de otra: «Borges ha sabido llevar el género del relato a una dimensión metafísica a la que no lo había llevado ningún escritor nunca».
¿Dimensión metafísica? Ni el desfase horario provocado por el viaje junto con el mal de altura (casi 1.600 metros sobre el nivel del mar) explican el espasmo mental de Andrés Barba a nueve mil kilómetros de España ante unas cámaras de televisión que no engañan.
Habla continuamente de Latinoamérica y no de Hispanoamérica: ignora cuál es la diferencia y no le importan las implicaciones de su nesciencia.
Me queda ver cómo se desenvolvieron nuestros otros compatriotas. Pero si quieres adelantarte a mis crónicas críticas sobre el cuento y sus alrededores —que dijo Cortázar—, te dejo un enlace a Los cuentistas de Café Chéjov.
Café Chéjov es un tesauro del cuento en español. Este año estrenan interlingualidad entrevistando a dos cuentistas rumanos: «Rumanía es un país latinoamericano perdido por Europa», dirá Mircea Cãrtãrescu en su entrevista de esta temporada. Él sí es preciso cuando dice Latinoamérica y no Hispanoamérica… es la forma que tiene de acercar su país a la lengua literaria por excelencia: el español.
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